Esta herida puede haber sido intencional o accidental, pero el hecho es que menoscaba nuestra vitalidad. La cuestión es que, si ha sido lo suficientemente grave, el trauma invade toda nuestra vida... y la arruina.
Cuando perdonamos, expresamos compasión y liberamos nuestra bondad. Cuando usted perdona, el poder de su amor se extiende para sanar la imagen, el recuerdo o a la persona misma que dañó su autoimagen en el pasado y que le inculcó la falsa convicción de que usted se hallaba disminuido, debilitado y apresado.
El perdón rompe todas las ataduras de la represión y la depresión. Libera la psique de los lazos del pasado. De hecho, yo considero al perdón como la esencia de la psicoterapia. Toda forma de malicia, mala voluntad y crueldad disfrazada bajo el nombre de algún noble ideal, surge de aquellos que hablan en nombre de su propia rectitud; la crucifixión de Cristo no habría ocurrido jamás de no ser por el sentido distorsionado de lo que es correcto que ostentaban sus perseguidores.
Si una acción es cruel, no hay nada en el mundo que la justifique, puesto que hacer daño a otros es dañarnos a nosotros mismos.
¿Cómo perdonar lo imperdonable? ¿Cómo desprender el cuchillo de la mala voluntad clavado en nuestros corazones? ¿Cómo liberarnos del resentimiento que nos ha atormentado durante años? Puede hacerlo comprendiendo que el perdón es curativo para usted.
No importa si ésta se entera o no de la liberación que usted experimenta cuando se despoja de su ira, alimentada durante tanto tiempo que ya no recuerda ni cuándo comenzó. Se trata de que usted se desprenda de su propia telaraña de negatividad. Cuando usted perdona, restaña la herida.