Hay un tipo de experiencias que resulta especialmente valioso escribir, y mucho más si esta práctica se desarrolla con constancia y regularidad. Esas experiencias son los sueños. Todos soñamos y, por lo tanto, todos sabemos lo que es soñar.
Los sueños son "Una representación nocturna de ilusiones, preocupaciones, miedos, anhelos y un sinfín de emociones que, al ser reproducidas por la mente al dormir, permiten que se produzca una reelaboración de los hechos y los recuerdos".
Escribir los sueños, una herramienta de autoconocimiento Es en este punto donde aparece uno de los principales beneficios de escribir sobre los propios sueños.
"Ver que algunos contenidos se repiten, a veces con variaciones de protagonistas o de contextos pero con emociones muy parecidas, nos da información sobre lo que debemos atender o resolver".
Pero no siempre es sencillo atender a esa información, ya que la memoria de los sueños suele ser bastante precaria: se recuerda una pequeña porción del total de lo soñado, y las evocaciones se mezclan, se confunden y se olvidan en pocos minutos, incluso en muchos casos en que, durante los primeros instantes tras el despertar, se recuerdan con claridad. Allí radica el valor de escribir los sueños: para no olvidarlos.
Aunque no se recuerde el contenido exacto de lo soñado, apuntar las sensaciones o las emociones que se recuerde haber experimentado de forma onírica ya es conservar un recuerdo.
El mundo onírico y la creatividad