Oscar Wilde (1900) era un gran poeta pero con una vida sensual muy desarreglada. Y fue a dar a la cárcel. A una persona que se entristecía demasiado por su amarga situación de encarcelado le decía: “Siempre oí recomendar que en las horas de dolos hay que sonreír, y enfrentar las duras realidades como un hombre de carácter. Que es necesario aguantar las penas suceda lo que suceda, porque el fuego y los martillazos hacen fuerte el metal. Quiero sonreír y seguir adelante. Este hecho de mi prisión no puedo hacer que no exista, pero sí puedo soportarlo con valentía. Quiero hacer las paces con las realidades que me suceden en la vida. Quiero aceptar mi destino y colaborar con lo inevitable que me sucede”. Veamos ahora lo que opina después el carcelero acerca de este poeta que al llegar a la cárcel era tan desordenado en su vida sensual. Leamos con cariño estas declaraciones de aquel que lo vigilaba en sus prisiones: “El dolor le hizo más provecho a su personalidad que todos los placeres sensuales de su vida anterior. La tremenda prueba de la cárcel modificó su ser, y volvió cristiano Si no tienes un enemigo que te diga tus defectos, búscate un amigo que te haga ese gran favor.
el que antes era pagano. Lo que era antes no lo juzgo. Lo que será después lo ignoro. Pero lo que sí sé, y lo sé bien, es que mientras estuvo en la cárcel su vida fue admirable. Aceptó la amarga realidad, como crisol de fuego para purificar su espíritu, y a la frivolidad mundana, mezcla de sensualidad y paganismo, sucedió la elevación de pensamientos tomados de las enseñanzas del Divino Maestro”. Y el mismo Wilde afirmaba: “Yo entré a la cárcel con el corazón de piedra, pero ahora los buenos sentimientos han inundado mi corazón, y comprendo que poseer un corazón noble es lo más grande que pueda haber en el mundo”. ¿Verdad que recibir lo inevitable con voluntad de persona de carácter, obtiene que las amarguras se conviertan en escaleras para llegar a la perfección?