Las personas triunfadoras tienen por lo general gran capacidad de trabajo y una resistencia a toda prueba. Miguel Ángel (+1564) considerado uno de los mejores artistas del mundo, autor de estatuas tan famosas como la Piedad y el Moisés, del Vaticano, era capaz de estar 20 horas o más, trabajando seguido; y semanas y semanas de espaldas en los andamios pintando los techos de la Basílica de Roma. Napoleón aguantaba hasta 30 horas seguidas a caballo, y antes de las batallas averiguaba qué edad tenía el jefe enemigo y qué capacidad de trabajo y de resistencia así sabía a las cuantas horas lo podría tener anulado por el cansancio. Stalin, el célebre dictador ruso que dominó a su país desde 1925 hasta 1950, tenía una capacidad de trabajo y de resistencia tres veces mayor que la de sus colegas. Hitler, Mussolini, Roosevelt, los tres directores de la Segunda Guerra Mundial, le daban enorme importancia al ejercicio físico, a las caminatas, a los deportes, a todo lo que pudiera aumentar la capacidad de resistencia, porque sabían que mientras mayor sea la capacidad de resistencia de una persona, más posibilidades tiene de triunfar. Mao y Bolívar dos líderes que obtuvieron resonantes triunfos militares, después de expediciones tremendamente extenuantes. Pero los dos formaron a sus hombres en una inmensa capacidad de resistencia a la fatiga, al cansancio y a las dificultades. En nuestro siglo es muy conocida la historia de Charles Atlas. Cuando era joven fue despreciado por una muchacha por considerarlo debilucho e incapaz de acciones valerosas. Se dedicó entonces a hacer ejercicios físicos y a labores que le aumentaran su capacidad de resistencia a las dificultades, y llegó a ser campeón mundial en física y fundador de una famosa escuela internacional de educación física.
Pero lo que se necesita no es solamente resistencia física. Es sobre todo resistencia moral. Capacidad de aguante, de paciencia; fuerza para no dejarse atraer hacia el mal, para explotar en pasiones de ira, de sensualidad, de pereza o de orgullo. En la antigüedad fue muy famoso el caso de uno de los sabios de Grecia. Cuando era joven le oyó decir a un anciano: “Si quieres llegar a tener personalidad, debes ejercitarte en ser insultado y tratado mal, sin responder ni una sola palabra. ¿Pero cómo lograrlo? – le preguntó el joven – ¿si entre mis familiares y conocidos nadie me trata mal? Pues págale a unos desconocidos para que te insulten, y así te vas ejercitando en no responder ni una sola palabra – le dijo el anciano - .Y así lo hizo el joven. Por medio de terceras personas pagó a unos maleducados para que lo insultaran al pasar él por la calle. Y se fue acostumbrando a no responder insultos con insultos y a callar y tener paciencia. Después se fue a una famosa escuela de personalidad en Atenas, y allí el maestro para probar qué tanto carácter poseía su nuevo discípulo, lo recibió con un regaño tremendo e injusto. Pero mientras el maestro lo insultaba, el joven se sonreía. ¿Cómo se explica – le preguntó el director – que mientras yo te regaño e insulto, tú sonríes alegremente? Ah, mi buen preceptor – respondió el alumno – es que en mi tierra tenía que pagar para que me insultaran, y aquí ¡me insultan gratis! Estoy ahorrando dinero”. No olvidemos nunca: mientras más nos ejercitemos en saber resistir y aguantar las contrariedades de la vida, mayor personalidad estamos adquiriendo. Y mientras mayor sea nuestra capacidad de resistencia para rechazar nuestras inclinaciones a la ira, a la sensualidad y a la pereza, más personalidad habremos conseguido.