Nada es más duro y trágico que bogar sin esperanza, pero nada produce tantas energías como el mirar a lo lejos la meta donde nos espera el triunfo. Hay que aumentar el deseo de lograr nuestros objetivos. Convencernos de que bien vale la pena luchar para conseguirlos, y proponerse luchar y no dejar de hacer lo necesario para alcanzarlos. Hasta donde lleguen nuestros buenos deseos, hasta allá podremos llegar. Si aumentamos el deseo de obtener los ideales que nos hemos propuesto, aumentará también la fuerza interior para tratar de llegar a ellos.
Cuando sintamos que nuestro corazón desmaya y nuestra voluntad flaquea, recordemos las metas que nos hemos propuesto conseguir, y así hallaremos las fuerzas para seguir luchando.