En el comedor de un hotel estaba mis dos compañeros contando cómo habían pasado la noche. El uno dijo “Anoche antes de acostarme escuché por radio las últimas noticias, y me llené la cabeza de preocupaciones, lo cual me hizo pasar una noche de intranquilidad, dando vueltas en la cama”. El otro comentó “Yo anoche – siguiendo la costumbre que tenía siempre mi padre, leí una página de la Biblia antes de acostarme. Leí precisamente el Salmo 22 donde se recuerda: “Dios es mi pastor – nada me faltará – aunque vaya por caminos oscuros, nada temo, porque su poder me defiende…”, y con estos bellos pensamientos me fui a dormir. Pasé una estupenda noche de gran tranquilidad. Dos noches bien distintas. El uno alimentó su mente con ideas miedosas y tristes, y estuvo toda la noche dando vueltas. El otro la alimentó con pensamientos de confianza y fe, y durmió como un lirón.
Como esas noches hay muchas vidas, unos viven en perpetua tensión: pensando cosas amargas: la vida de tensión es difícil y dura. Otros viven en perpetua paz, [repasando] pensamientos de paz y esperanza: la vida de paz es la más fácil y amable. ¿Qué está enviando usted a su mente: pensamientos de paz? ¿P de amargura y tensión? Vino llorando y se fue cantando. Era un hombre frustrado, lleno de incomprensiones. Vino a visitarme. Me contó todas sus penas. Lloraba. “Lloré, llore tranquilamente – le dije – porque las lágrimas son el mejor desahogo del mundo”. Y después de que estuvo reposado le aconsejé lo que siempre he encomendado en todas partes y con éxito: ahora empiece Usted a echar fuera todos esos pensamientos negros: no odie, nos e crea fracasado, no guarde resentimientos. Diga: yo amo a todos. Yo perdono a todos. Yo voy a triunfar. Y rece: “Señor creo en tu poder, confío en tu misericordia. Me abandono a tu sabiduría. Yo confío intensamente en Ti, ¡oh Dios mío!, porque sé que me amas. Un corazón humillado y arrepentido Tú nunca lo desprecias… Aquel hombre fue repitiendo todo esto. Recobró su calma. Mirándome a los ojos me decía al despedirse: “Yo nunca creía que hubiera remedios tan eficaces para curar la tristeza. ¿Por qué no lo hacen ustedes más propaganda a estos remedios espirituales? Esto vale más que un frasco de pastillas”. Más tarde me llamó por teléfono. Soy el que lloró tanto en su presencia el otro día. Ahora soy otro. Cuando llegan los pensamientos tristes los cambio por pensamientos alegres. Y elevo mi corazón orando a Dios. La gente se extraña de mi cambio tan completo. Dios lo bendiga por sus buenos consejos”. Había conseguido la buena receta: cambiar pensamientos tristes por pensamientos de confianza. EXTRAÑA ENFERMEDAD MODERNA. Un médico decía: “Muchos de mis pacientes no tienen ningún mal físico. El único mal que losa acompaña son sus pensamientos de tristeza y desaliento. Por eso los curo a base de buenos pensamientos.
Les hago buscar en la Biblia algunos pensamientos en los cuales se demuestra que Dios se preocupa por ellos, que Dios desea que sean felices y que está dispuesto a ayudarlos a cada momento, etc. Y si siguen esta receta adquieren una mente llena de paz, con lo cual logran producir salud y bienestar”.