Es el autocastigo. En su vida pasada ha cometido faltas (¿y quién no las ha cometido? La Biblia afirma que el que diga que no ha pecado es un solemne mentiroso) y lo acosa un sentimiento de culpabilidad. Es lo que hoy se llama: EL COMPLEJO DE CULPABILIDAD. Ud. desea con sinceridad ser perdonado por Dios, y nuestro buen Señor siempre perdona a quien humildemente le pide perdón y está dispuesto a abandonar su mala vida. Él lo dijo en el Salmo 50: “Un corazón humillado y arrepentido, Dios nunca lo desprecia”. Pero por un curioso desvío de la mente, ciertas personitas nunca se perdonan a sí mismas. Sienten que merecen castigos por el mal que han hecho y constantemente temen que les lleguen dichos castigos. Como resultado:
viven en una continua aprensión de que: algo malo les va a suceder. Habría que decirles la famosa frase de San Ignacio: “Si Ud. fuera Dios ¿Cómo trataría a una pobre criatura tan débil por estar cosas?”. ¿Y se imagina que Dios va a ser más tirano de lo que sería Ud. si tuviera sus poderes y su sabiduría? Verdad que Dios es justo y castiga, pero también es misericordioso y perdona. ME CONTABA UN MÉDICO QUE: gran número de los enfermos nerviosos que atiende, deben su enfermedad anímica a un sentimiento de culpabilidad, y que: a algunos los ha curado consiguiendo que hagan una buena confesión de toda su vida y que un sacerdote con fama de santo les conceda un perdón total, total, de lo confesado y lo olvidado. Para esto, EL MEJOR REMEDIO ES CONSEGUIR LA TERAPIA DE LOS MERITOS DE CRISTO: o sea convencerse de que Él murió por nosotros y pagó nuestras deudas. San Juan en su primera carta nos dice: “Si alguno ha pecado, Abogado tenemos ante el Padre. Es Cristo que pagó nuestras deudas”. Sus heridas han curado las nuestras” (I Pedro). Un día fui a la playa a descansar un poco de mis trabajos. Allí en un hotel encontré a un señor muy nervioso. Mire – me dijo – vine a descansar a la orilla del mar, pero sigo lo mismo de nervioso que antes. ¡Ah, daría cualquier cosa si lograra estar tranquilo Muy sosegado. Es lo que más deseo en el mundo!”. Me contó que siempre creía que algo malo le iba a suceder. ¿Por qué? Tenía muchos pecados de su juventud que le atormentaban en el recuerdo, y el subconsciente insistía en el autocastigo. Le recordé la frase de la Biblia: “La limosna borra muchos pecados” (Tobias), y le hice ver que “Cristo cargó sobre sus hombros todas nuestras maldades”. Que si ofrecía a Dios lo que hacía y sufría en unión de los méritos de Jesús, ya sus pecados quedarían pagados. Le recordé que los Sacramentos de la Iglesia, y la Misa bien [escuchada], borran multitud inmensa de pecados. Y que si cada día pedía perdón a Dios, el Señor nunca le negaría su perdón total. Él sabe de qué barro somos hechos”. Me miró de un modo extraño y después se volvió hacia el otro lado, porque había lágrimas en sus ojos y no quería que yo las viera correr. Más tarde me lo volví a encontrar. Era otro totalmente distinto. Había empezado a asistir a la Iglesia. Daba limosnas costosas a los pobres. Leía la Biblia, y sobre todo creía que Cristo había pagado sus pecados y le aceptada los sufrimientos de cada día en pago de las faltas. Ahora derrocha dinamismo. Dejó su complejo de culpabilidad y es un hombre sano, feliz, porque se siente en paz con el buen Dios. Cuando el “complejo de culpa” venga a recorrer nuestra personalidad, recordemos que Cristo colocó en la cruz la sentencia de nuestra condenación y la borró con su propia sangre. Y se entregó a sí mismo por nuestros pecados” (1,4). Y que así como está lejos el oriente del occidente, así alejará Dios de nosotros nuestras maldades,si confiamos en Él” (Salmo 102).