La falta de confianza en sí mismos. En una de nuestras universidades pasaron a los alumnos una hoja con esta pregunta: “¿Cuál es el más grave problema de su vida?”, y de 100 estudiantes, 75 respondieron: “el mayor problema de mi vida es….
La falta de confianza en mí mismo”. Esa proporción es también la de la gente en general. Nosotros podemos decir como el cobarde a quien un valiente desafiaba a pelear: “– Agradezca, mijo, agradezca”. El valiente le preguntó: “¿Agradezca qué…?” “Agradezca el gran miedo que le tengo, porque si no, sí le pegaba”, dijo el pobre cobarde. Es lo que tendríamos que decir ante los fracasos que nos oprimen: “agradezcan al miedo que tengo, pues si no tuviera tan grande miedo, yo pegaría fuerte contra mis dificultades y las vencería”. Todas nuestras calles están llenas de gentes corroídas por el temor en su interior, que rehúyen luchar contra los inconvenientes que se les presentan y sufren un profundo sentimiento de inseguridad, porque dudan de sus propios poderes. Desconfían de sus capacidades y por eso no aceptan responsabilidades y no aprovechan las oportunidades que se les presentan. Se quedaron perpetuamente como crisálidas porque no tuvieron valor para batir las alas, romper el capullo del pesimismo, y salir volando como triunfantes mariposas hacia el mundo maravilloso de la superación.